miércoles, 19 de noviembre de 2014

De un motel llamado "como la vida misma".

Al final,
no has entendido que me ponen los moteles de mala muerte,
esos con paredes rojas que tu me dices que no toque,
con sábanas sucias, que apartas antes de tirarme encima de la cama.

Dices,
que merezco más,
que soy una princesa,
y no tienes ni puta idea.

Me encontré una corona un día en la calle,
y la vendí para pillar tabaco.
¿Y?

Si a mi me gusta que pienses que soy perfecta,
pero déjame que siga cavando mientras una tumba,
para cuando mate todas tus idealizaciones,
y me veas pala en mano, botas llenas de tierra,
riéndome de la zorra a la que enterramos.


Algún día te diré que ya no creo.
Ni siquiera en la poesía,
pero hoy no,
quiero que sigas pensando,
que tengo alguna esperanza,
que tengo salvación.

Aunque te advierto,
que la salvación ya la he buscado,
la encontré,
la invité a un trago,
y me desperté tirada en esa habitación del motel de mala muerte,
con las paredes rojas, las sábanas sucias,
sabiendo que esa noche era sólo,
una prueba
para cuando fuera la puta de Dante.