Al final,
no has entendido que me ponen los moteles de mala muerte,
esos con paredes rojas que tu me dices que no toque,
con sábanas sucias, que apartas antes de tirarme encima de la cama.
Dices,
que merezco más,
que soy una princesa,
y no tienes ni puta idea.
Me encontré una corona un día en la calle,
y la vendí para pillar tabaco.
¿Y?
Si a mi me gusta que pienses que soy perfecta,
pero déjame que siga cavando mientras una tumba,
para cuando mate todas tus idealizaciones,
y me veas pala en mano, botas llenas de tierra,
riéndome de la zorra a la que enterramos.
Algún día te diré que ya no creo.
Ni siquiera en la poesía,
pero hoy no,
quiero que sigas pensando,
que tengo alguna esperanza,
que tengo salvación.
Aunque te advierto,
que la salvación ya la he buscado,
la encontré,
la invité a un trago,
y me desperté tirada en esa habitación del motel de mala muerte,
con las paredes rojas, las sábanas sucias,
sabiendo que esa noche era sólo,
una prueba
para cuando fuera la puta de Dante.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
martes, 7 de enero de 2014
Mañana tengo examen yujuuu
Hoy
Cuando he llegado a casa
Se me ha ocurrido una cosa muy chula,
¿y si
realmente
todos fueramos caracoles,
que llevábamos nuestra casa a cuestas,
y que un día,
cansados de llevar también
sobre la espalda
el peso del mundo,
soltamos nuestro hogar,
para descansar un rato,
y en ese momento de confusión,
de esa es tuya,
esa es mia,
otra persona,
sin querer-queriendo,
se hubiera llevado nuestra casa?
Y da igual si estamos en París,
en China
o
en nuestra cama arropados
porque sólo donde esté esa persona, estará nuestro hogar.
Cuando he llegado a casa
Se me ha ocurrido una cosa muy chula,
¿y si
realmente
todos fueramos caracoles,
que llevábamos nuestra casa a cuestas,
y que un día,
cansados de llevar también
sobre la espalda
el peso del mundo,
soltamos nuestro hogar,
para descansar un rato,
y en ese momento de confusión,
de esa es tuya,
esa es mia,
otra persona,
sin querer-queriendo,
se hubiera llevado nuestra casa?
Y da igual si estamos en París,
en China
o
en nuestra cama arropados
porque sólo donde esté esa persona, estará nuestro hogar.
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