Estamos muy acojonados. Luchando como bestias salvajes en la vida, peleando nuestras batallas, sorteando enemigos, obstáculos, cubriéndonos las espaldas.
Y cansa, y da sueño.
A veces sueño.
A veces sueño con que somos unos niños asustados con una escopeta bien grande a la que nos aferramos como si de un osito de peluche se tratara.
Acércame el oído, odio.
Mi escopeta se llama odio.
Y la abrazo porque os tengo miedo.
Y porqué nadie me volverá a hacer daño nunca más.
Y ahí me veo, una niña andando por un bosque oscuro, oyendo bombas caer, gritos, disparos,
Con uniforme militar demasiado grande, y manos ocultas tras las mangas, arrastrando el pantalón y hasta el casco cayendose de un lado, impidiendo la visión.
Y cansa, pero sin sueños.
Cansa, y como pesa la escopeta.
Y suelto a odio,
y derrepente, me siento tan ligera, tan ligera,
que empiezo a flotar.
Y floto y floto y floto.
Y desde arriba veo, que nunca hubo batalla, sólo miedo.
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