Tenía el pelo más rizado que había visto.
A ella decía que le gustaba alisárselo porque suficientes enredos tenia la vida.
Y cuando la veía, con el pelo rizado, sabía que se había rendido un poco.
Que se había cansado de la vida, de la gente, y hasta del propio cansancio.
Y yo me alegraba como nunca. Porque era más ella que nunca, con todas esa idas y venidas, con todos sus líos, con su locura.
Cuando se cansaba de aparentar que podía tener todo bajo control, y bailaba en medio de la cafetería... cuando la veía corriendo por los pasillos, abrazando a cualquiera, o boca abajo en los hombros de alguien, cantando motivada al salir de clase, con esa sonrisa que parecía estar hecha a prueba de balas.
Y fue ahí, en ese momento en el que me encontraba enredado en sus tirabuzones, dudando entre si podría matarla en un ataque de locura o si estaba loco por ella...
...cuando empecé a creer en el amor.
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